«La amplitud del cielo, la arquitectura movible de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el centelleo de los faros, son un prisma». Charles Baudelaire
Me siento frente a la página en blanco. Vengo escribiendo sobre todos esos discos que alguna vez me formaron o me deformaron que con el tiempo es díficil diferenciar. Los sueños en magenta de los sueños rosas son componentes que no pueden aislarse. Cada vez que pongo el disco «The V̲e̲lvet Unde̲rgro̲und & N̲ico (Full Album 1967)» se que estoy entrando en terreno sagrado. Me hago una especie de signo en la frente y en el pecho. Me persigno sabiendo la profundidad de la natación. Es 1967 ellos ni se enterarán que de este lado un argentino va a estar escuchando esto en 2024. La música reúne el apocalipsis hippie con el cambio al punk de nueva york. No son de Los Ángeles donde hace calor. Y las personas bailaron al son de The Doors. En común tienen lo hipnótico y el desencanto. Buscan y sostienen una postura política. Pero también nos cuentan con su performance cómo carajo es sobrevivir.
La primera vez que escuché esto tenía 22 años. Estaba en el último año de literatura. No perfilaba el Tarot todavía ni siquiera en la esquina más próxima. Las condiciones en las que vivía eran de un veloz cine mudo con ropa negra y poemas de Pizarnik entre borracheras de varios días y amigos que amagaban con trabajar para siempre. Hoy soy otra persona. Pero esa música me enseñó a mostrar los dientes porque trasladaron la fuerza nocturna de una ciudad enorme y sus laberintos. Estoy escribiendo sobre esto porque me encontré con un cover muy reciente de Keith Richards de Waiting for the man. Es una canción que se la hacen al dealer. The Velvet son como los poetas malditos franceses, se despiden de un romanticismo pero paradójicamente lo llevan consigo en algunas insignias. Ya conocía el cover de Bob Dylan pero no sabía de la existencia del cover del guitarrista de los Stones.
La Velvet me parece una de las bandas que mejor narra la pérdida de la adolescencia. En la voz de Nico todavía quedan aleteos de esa inocencia, una inocencia con nostalgia, algo percudida. Cada vez que necesito trasladarme a algún lugar más grande la música de Velvet puede aparecer. Sus influencias hoy en el indie rock son notables así como tuvo su elástica inspiración en Bowie y de este lado en el Indio Solari en cierta manera de llevar la historia de una canción. Siempre es bueno recordar que el logo de la banana así como la lengua Stone son creación del artista plástico Warhol que fue un padrino sobre todo del cantante y compositor Lou Reed. Sin duda alguna, influencia profundamente en una de las mejores bandas que tuvo y tendrá Argentina: Sumo y su notable Luca Prodan. Vuelvo a la idea que Velvet Underground es un paraíso perdido. Son canciones absolutamente urbanas y sin miedo. De alguien que leyó mucha poesía Beat sobre todo a Kerouac, Ginsberg y Burroughs. En esa poesía la experiencia personal es lo fundamental. No hay lugar a especulaciones. Hay experiencias. Se trata de sobrevivir, ser atrevidos, explorar los márgenes de la ciudad, encontrar ese lenguaje y molestar en su centro. La estética se sostiene en el tiempo. Hoy son un culto para personas que pueden volver de una fiesta electrónica y escuchar esto o para los casados con la pipa que escuchan de día con unas naranjas al sol. En mi caso, The Velvet Underground son mis mejores amigos en el recuerdo; vestidos de negro, con una sonrisa llena de picardía, nunca con miedo, siempre listos para buscar una experiencia más allá de la noche y la locura de los nervios.
Gracias Lou Reed, Gracias Patti Smith, Gracias John y Yoko, Gracias Warhol.
Esteban Cristóbal Baldomar