¡Hola espumeros! Hoy les traigo una columna que sirve como puntapié inicial para despertar la percepción sensorial de nuestro cerebro al momento de tomar una cerveza. En los artículos anteriores aprendimos la historia de la birra y vimos un paneo general de la cantidad de estilos que existen, hoy vamos a aprender a tomarla.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta a la hora de la cata es el lugar en el que la vamos a realizar, lo ideal es que la temperatura ambiente ronde los 20°C y no haya aromas intensos en el aire. Una vez ubicados pasamos a elegir el tipo de vaso o copa en que vamos a servir. Éste tiene que ser de vidrio y debe estar previamente enjuagado para quitar cualquier aroma ajeno a la cerveza que vamos a servir, como aromas a humedad o restos de detergente. Es importante que el recipiente sea de vidrio ya que naturalmente tiene aromas y sabores neutros para nuestros sentidos. Hay un tipo de copa o vaso para cada estilo de birra, pero hoy con una copa dublin o un vaso de boca chica vamos a andar bien.
Una vez ubicados, procedemos a servir nuestra cerveza. La temperatura de servicio, lejos de lo que estamos acostumbrados, no tiene que ser congelada. El frío esconde muchos aromas y sabores. La temperatura depende del estilo que vamos a tomar. Para tener un patrón general de las temperaturas de servicio, podríamos decir que mientras más claro es el color y menos alcohol tiene, más fría la vamos a servir; a medida que suman color y alcohol, también suma grados en la temperatura que necesitamos para que los aromas y sabores exploten en nuestro paladar. Las temperaturas varían desde 1,5°C para las Lager pálidas, Golden o Blonde, hasta los 12° o 14°C para una Barley Wine, una Quadrupel o una Imperial Stout.
¡Ahora sí! Llegó el turno de llenar nuestra copa. Inclinamos la copa o el vaso unos 45° aproximadamente, acercamos el pico de la botella o lata sin que toque la copa, y empezamos a servir. A medida que se va llenando vamos enderezando el vaso hasta quedar en posición vertical. Nuestro límite va a ser del 70% más o menos, pero siempre con el vaso medio lleno (guiño, guiño).
En este primer servicio ya tenemos nuestra primera impresión de lo que vamos a catar. La apariencia. Observar detenidamente el aspecto de la cerveza nos dará muchas pistas para su valoración posterior. Empezaremos evaluando el color, describiendo desde los amarillos más pálidos hasta tonos más oscuros (pasando por dorados, ambarinos, cobrizos, rubíes y marrones, entre otras tonalidades más peculiares). También prestaremos atención a su turbidez, pudiendo encontrar cervezas muy cristalinas, veladas e incluso turbias. Por último, contemplaremos a la gran aliada de la cerveza: la espuma o corona, valoraremos su cantidad, textura y persistencia, si permanece en el tiempo, o desaparece al instante.
Paso siguiente, descubrir los aromas. El sentido del olfato aportará información nueva. Durante la cata seguiremos una serie de fases en las que acercaremos, poco a poco, nuestra nariz a la copa y con cada inhalación iremos descubriendo nuestra cerveza. Al principio agitamos la cerveza manteniendo la copa a 10-15 cm de la nariz y procedemos a realizar un par de aspiraciones cortas, luego aproximamos el vaso a la nariz y repetimos, lo que nos hará detectar esos aromas más fugaces y pasajeros. La experiencia de la cata de cerveza continúa con un par de aspiraciones más prolongadas. Por último, para concentrar aromas, cubrimos el vaso con la mano mientras agitamos la cerveza, acercamos el vaso a la nariz y aspiramos nuevamente. Los encuentros de cata serán el mejor maestro para detectar los diferentes matices de la cerveza y recuerda, cuanto más sabes, mejor saben.
Y por último, se llega al momento más deseado. Toca probar la cerveza. Para ello, la degustaremos en boca sorbo a sorbo, dejando que recorra la lengua y paladeando lentamente durante unos segundos, sin apresurarnos en tragar. Aquí nos detendremos en aspectos como el sabor de las notas dulces, amargas, la acidez o incluso notas saladas y en el grado de intensidad. Luego se deja atemperar la cerveza en el fondo de la boca y al mismo tiempo que fluye por la garganta, se espira por la nariz con la boca cerrada. Esto nos permitirá percibir sensaciones más complejas, potenciar aromas y detectar matices. La textura también es percibida en boca, esta describe el cuerpo, cremosidad, astringencia y carbonatación (alta, media o baja) de nuestra cerveza.
Acá les dejo una rueda de sabores y aromas que nos ayudan a ponerle nombre a esos sabores y aromas que se nos dificultan identificar.
Ya observamos, olimos, saboreamos y pusimos en movimiento nuestras neuronas. Ahora hagamos el balance de lo que nos pareció la birra que catamos. Es el momento de preguntarnos ¿Qué tiene de peculiar?, ¿Qué aromas he percibido?, ¿Es equilibrada?, ¿A qué estilo pertenece? y en un campo más subjetivo podemos preguntarnos ¿Nos ha gustado? Sobre todo es la fase de analizar el llamado posgusto, o esas sensaciones que tras haber probado la cerveza harán valorar si ha sido más o menos balanceada, diferenciada, correcta de acuerdo al estilo y sin duda, placentera.
Una vez más, gracias por llegar hasta acá, leer y formar parte de este hermoso mundo que nos regala la birra. ¡Nos vemos la próxima!